lunes, 12 de septiembre de 2011

¡Extra extra!, Encontramos al Coloso extraviado

por ABENAMAR SÁNCHEZ
fotos: Cuartoscuro

Tirado en el piso, desmembrado, el Coloso del Bicentenario está por pasar una noche más, abandonado, en un amplio y triste patio de viejas bodegas en la colonia Vallejo, en el norte de la ciudad de México.

Está, cual cadáver, recubierto con lonas cerca de una fila de ruinosos coches, en el área de lo que antaño fue el Comité Administrador del Programa de Construcción de Escuelas (CAPCE) de la Secretaría de Educación Pública, institución que estuvo a cargo del gasto equivalente a un poco más de 25 pesos por cada uno de los 110 millones de mexicanos para celebrar el Bicentenario de la Independencia que se coronó el 15 de septiembre de 2010 en el Zócalo de la capital, el día del Grito de la Independencia, con la presentación de lo que se identificó como la escultura emblema del motivo de los festejos, una figura masculina de cara adusta y cuerpo rudo, que mide 20 metros de altura y pesa ocho toneladas.

El símbolo de la definición del ser “mexicano o mexicana” tras el movimiento de la independencia, dice el escultor Juan Carlos Canfield, su creador.

Un hombre joven recuerda esta tarde de jueves que él estuvo entre la gente que ora un año vitoreó en el Zócalo al Coloso cuando éste fue presentado durante no más que unas cuantas horas entre luces y fuegos artificiales. Y ahora, trepado en una barda de un edificio contiguo, desde donde observa a escondidas, porque unos agentes privados que resguardan el área de bodegas han querido convencerle de que no está visible la escultura, exclama, con más aire de sorpresa que de lamento, “está desmembrado”: deduce, por la forma y prominencia de los componentes del cuerpo cubiertos, que la parte ancha que está al oriente corresponde al tronco; la parte más delgada y larga, sobre el poniente, a las extremidades, y lo de en medio, la cabeza.

Y saber que alguien estimó que aquella noche en que se gastaron 558 millones de pesos, un promedio de 75 millones de personas –a decir del propio autor– presenciaron la aparición del Coloso, terminar desmembrado y abandonado en el patio de una institución que ya fue, hace sentir más opaco y frío un día que se marcha herrumbroso en las paredes y techos de cinc de las anchas y largas naves.

Entre las diez u once de la noche del 15 y las dos o tres de la mañana del 16 de septiembre fue el tiempo que estuvo el Coloso imponente en la plaza principal de la Ciudad de México. La última vez que lo vi esa mañana, recuerda el hombre, fue cuando el tráiler que lo transportaba tomó rumbo al Eje Central. De ahí, desapareció. ¿Dónde estará el Coloso? ¡Aquí, no!, atajó de inmediato una mujer, por teléfono, desde las oficinas del Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFED), antes CAPFCE.

Me han dicho que está en bodega, allá por el norte de la ciudad, en la Vallejo; pero aquí, no; si gusta, llama a la Secretaría Particular de la SEP; ellos saben. No, no, aquí no, respondió otra mujer desde la Secretaría Particular…, de verdad que no sabemos qué pasó con el Coloso; llama al Instituto de Estudios Históricos, creo que ellos saben…Y desde el Instituto de Estudios Históricos un hombre respondió que lejanamente se creía que el Coloso estaba en bodega o en almacenes. Y desde Almacenes Generales de la SEP otra persona de voz afable correspondió: No, no sé quién le ha dado esa información…Y así, hasta que dos personas confirmaron que el Coloso estaba “arrumbado” en el patio de CAPFCE.

–Aquí no está; no lo he visto –dijo una voz masculina desde un Centro de Maestros ubicado en la colonia Nueva Industrial Vallejo, en la misma zona–. De estar aquí –continuó—ya lo hubiera visto, porque es tan grande…Me han contado que está en el patio de CAPFCE. Vaya a buscarlo allá.

–Yo lo vi hace poco –confió luego otro hombre, y quebró un poco su voz al comentar que lo había visto macizo, con ligeros raspones y separado en varias partes, pese a que en las últimas semanas ha estado llueve y llueve. –Está allí arrumbado, hecho pedazos. Vaya usted a verlo, está allí cerca del Metro Politécnico.

El antes y después del Coloso.

Sí está aquí, pero ya está “tapado”, dice uno de los tres hombres en uniforme de agentes privados, quienes resguardan el acceso principal a las bodegas de CAPFCE.

–Ya lo van a llevar –adelanta.

¿A dónde?, es la pregunta de ahora.

– Ya está tapado –insiste el hombre

El escultor Juan Carlos Canfield Zapata, autor de la obra, ha contado que hay planes de recuperar a la escultura para exhibirla de manera perenne en el Parque Bicentenario de Azacapotzalco. Aún espera se defina el proyecto para también llevar a cabo el proceso de recubrimiento del Coloso con un material especial que le dará larga durabilidad a la intemperie: hecho de poliuretano de alta densidad, con estructura de PVC y acero especial, se le pondría una capa de poliéster isoftálico.

Lo que no hay que hacer a un lado, ha dicho Canfield Zapata, es que el Coloso es una obra de arte, y la plática en un momento tocó la polémica sobre el parecido de la figura a algún personaje: se llegó a mentar al cantante Vicente Fernández, también a un contrarrevolucionario de apellido Argumedo, pero el autor zanja con la referencia a la historia y un boceto del Coloso: dice que la escultura no significa más que el ser mexicano o mexicano (http://www.casacanfield.com/juancarlos.htm), concepto que se empezó a utilizar con mayor preferencia tras el movimiento de la Independencia: los habitantes de México pasaron a llamarse con claridad mexicanos y no criollos o indios, como se les decía. Y en el boceto se observa a un Coloso de facciones un poco más suaves, con cierta tristeza en su mirada y asomo de aire campirano.

–¿Hará su aparición el Coloso el 15 de septiembre de 2011?

Desde el Instituto de Estudios Históricos, la misma persona que creía que el Coloso estaba en bodega ha dicho que no se sabe si el Coloso se vaya a exhibir.

–No se sabe –ha dicho también la persona del Centro de Maestros.

Lo que está por definirse, ha dicho el escultor Juan Carlos Canfield, es un plan de recuperación para exhibirlo en el Parque Bicentenario.

La única certeza, por hoy, es que la noche está por caer y el hombre de 20 metros, de nariz ancha, profuso bigote, cabello doble y pobladas cejas, “símbolo del mexicano”, con un costo bajo “cláusula de confidencialidad”, concluirá un día más en el olvido y sin gloria, desmembrado en un oscuro patio.

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