viernes, 14 de septiembre de 2012

Mirreynato vs Nacacicazgo


 


Nuevas identidades del mexicano están hoy definiéndose en las jóvenes (y no tanto) generaciones, que se dividen entre los mirreyes y las lobukis o los nacos.


Cada 15 de septiembre, a las 11 de la noche, los mexicanos aprovechamos el espacio entre el pozole y las tostadas para hacernos una simplísima pregunta: ¿qué significa ser mexicano? Este año la disyuntiva está entre el camino soleado y despreocupado del Mirreynato o el Nacacicazgo kitsch y estruendoso.

El guardarropa como biblioteca

Podríamos decir que todo empezó el día que Roberto Palazuelos decidió pisar su primer centro de bronceado artificial. Eso sería simplificar un fenómeno que existe desde hace mucho tiempo y bajo muchos nombres.
"Nuevas identidades del mexicano están hoy definiéndose en las jóvenes (y no tanto) generaciones, que se dividen entre los mirreyes y las lobukis o los nacos"
Son lo que en México, en otras épocas, se conocían como “juniors” o “hijos de papi”. Pero quizá el verdadero origen de estos personajes mexicanos lo encontremos en los albores de la Independencia, en la figura de los catrines. A principios del siglo XX, un famoso catrín, Ignacio de la Torre, yerno de Porfirio Díaz, declararía que “mi biblioteca es mi guardarropa”.
Herederos de esta tradición centenaria, los mirreyes reclaman para sí el destino y territorio nacional.
En nuestros días, los mirreyes tienen también modelos a seguir, siendo Luis Miguel el depósito nacional de su admiración. Con su estrecha ligazón hacia Acapulco, la conquista de bellas mujeres, el uso de lentes de sol en cualquier circunstancia y las camisas con apenas dos botones abrochados, Luis Mirrey se convertiría en los años 80 en el descendiente más directo de los catrines de antaño y el vehículo de transición hacia el modelo del Mirreynato.



Quiero ir al antro, yeah

Fue apenas hace un año que se empezó a hablar con más fuerza, y en términos hasta sociológicos, del fenómeno provocado por jóvenes –y no tan jóvenes– que vivían bajo ciertas reglas incontrovertibles: el verano permanente, altos niveles de vanidad, múltiples fiestas en un mismo fin de semana, marcaje de una clara diferencia con los “nacos” y un uso de spanglish indiscriminado, así como de ropa y accesorios de marca.
Con la explosión del fenómeno de los mirreyes, nacieron parodias populares como la de “Fer y Santi”: un par de videos en YouTube con más de 5 millones de visitas donde jóvenes pertenecientes a esta nueva raza cósmica pero bien vestida narran sus aventuras por los lugares preferidos de esta subespecie de los mexicanos: Acapulco (“esta es mi humilde morada, con 30 cuartos y playa privada”) y el antro (donde quieren “llegar con sus guarros en dos carros”).
Las millones de visitas a sus videos se complementan con la aparición de mirreyes en otros ámbitos de la cultura nacional, como la televisión (Jaime Camil), el futbol (Memo Ochoa) e inclusive la política (Emilio González, el “Niño Verde”, Enrique Peña Nieto o Jorge Kawaghi).
Pero los mirreyes no van solos, tienen en las “lobukis” a sus compañeras del género opuesto, perfecto complemento para asegurar la reproducción y supervivencia de la especie para la conquista de México. Las lobukis pueden ser reconocidas por su particular estilo de posar para las fotografías (la ya famosa “duck face”, que consiste en aparentar lanzar un beso poco ortodoxo al flash).
Así comenzó a acuñarse el término “mirreynato” para hacer referencia a un probable y posible gobierno y control de los mirreyes de México en un futuro nada lejano. El camino que ellos imaginan para México no tiene Metro y el agua se sustituye por champaña –shampoo, dirían ellos–. Las sandalias de pata de gallo y los lentes oscuros dominarán la moda, hasta en temporada de invierno, y lo más importante será contar con el tono adecuado de bronceado.
Son muchos los que hoy en día se inclinan por esta tendencia; sin embargo, a últimas fechas un personaje también icónico de la sociedad mexicana ha venido a plantarle cara y a desafiar su preponderancia. Los “nacos” intentan recuperar el país.

El Nacacicazgo

En la otra trinchera están “los nacos”, esa figura mexicana que empezó a aparecer en el diccionario por los años 50 del siglo pasado. Lo que comenzó siendo un término despectivo y racista para identificar a los indígenas de las ciudades poco a poco fue evolucionando hasta convertirse en un criterio estético y de estilo de vida.
Los nacos mexicanos son estridentes, cómicos y se identifican sobre todo por gustos compartidos y una estética específica, que en otras partes del mundo se llamarían kitsch: la comida de la calle, la vestimenta al estilo Ed Hardy, los productos de imitación de marca, los tintes inesperados de cabello y una particular manera de arrastrar las palabras en la boca, prolongando las vocales.
Pero es en épocas recientes que la figura del naco ha transitado hacia la identificación y la exaltación misma de esta otra especie mexicana. En busca de legitimidad social, el naco ha ido cooptando aspectos de la vida nacional, con afán de colocarse como franca oposición al mirreynato.
Ahí están en nuestras pantallas de televisión (“El Vítor” y “La Familia Peluche” gozan de buenos ratings), en la música (Espinoza Paz) o en las redes sociales, donde, al igual que los mirreyes, se encuentra el semillero más importante de nacos potenciales que saldrían a reclamar para sí el territorio nacional.
Ahí encontramos abanderados del movimiento como Chip Torres, un vendedor de aparatos electrónicos en una plaza comercial, quien “no se anda con jaladas, y si le gusta una chava le invita sincronizadas”. Torres nació como un fenómeno en las redes sociales, especialmente a partir de dos sencillos musicales en YouTube donde promocionaba con rimas ingeniosas su negocio de tecnología.
En la misma trinchera está Colibritany, otra estrella de YouTube (más de 10 millones de visitas), quien está en busca “sexys chambelanes” para la fiesta de XV de “la flor más bella de Cocoyoc”. Ambos son fenómenos virales en línea que conectan con las nociones más básicas de lo que representa el naco: una estética, modismos y expresiones particulares.
Los nacos se alzan así como la oposición natural, antagónica y dialéctica de los mirreyes para este momento definitorio en la vida de México.
Son dos visiones opuestas sobre la sociedad, la familia y la cultura. Dos modelos que libran una batalla en los medios de comunicación, en las redes sociales, en los salones de clases y los pasillos del centro comercial. Dos bandos netamente opuestos y contrastantes que buscan tomar al país en sus riendas.

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