Nuevas identidades del mexicano están hoy definiéndose en las jóvenes (y no tanto) generaciones, que se dividen entre los mirreyes y las lobukis o los nacos.
Cada 15 de
septiembre, a las 11 de la noche, los mexicanos aprovechamos el espacio entre
el pozole y las tostadas para hacernos una simplísima pregunta: ¿qué significa
ser mexicano? Este año la disyuntiva está entre el camino soleado y
despreocupado del Mirreynato o el Nacacicazgo kitsch y estruendoso.
El
guardarropa como biblioteca

"Nuevas identidades del mexicano están hoy definiéndose en las jóvenes (y
no tanto) generaciones, que se dividen entre los mirreyes y las lobukis o los
nacos"
Son lo que en
México, en otras épocas, se conocían como “juniors” o “hijos de papi”. Pero
quizá el verdadero origen de estos personajes mexicanos lo encontremos en los
albores de la
Independencia, en la figura de los catrines. A principios del
siglo XX, un famoso catrín, Ignacio de la Torre, yerno de Porfirio Díaz, declararía que “mi
biblioteca es mi guardarropa”.
Herederos de
esta tradición centenaria, los mirreyes reclaman para sí el destino y
territorio nacional.
En nuestros
días, los mirreyes tienen también modelos a seguir, siendo Luis Miguel el
depósito nacional de su admiración. Con su estrecha ligazón hacia Acapulco, la
conquista de bellas mujeres, el uso de lentes de sol en cualquier circunstancia
y las camisas con apenas dos botones abrochados, Luis Mirrey se convertiría en
los años 80 en el descendiente más directo de los catrines de antaño y el
vehículo de transición hacia el modelo del Mirreynato.
Quiero
ir al antro, yeah
Fue apenas hace
un año que se empezó a hablar con más fuerza, y en términos hasta sociológicos,
del fenómeno provocado por jóvenes –y no tan jóvenes– que vivían bajo ciertas
reglas incontrovertibles: el verano permanente, altos niveles de vanidad,
múltiples fiestas en un mismo fin de semana, marcaje de una clara diferencia
con los “nacos” y un uso de spanglish indiscriminado, así como de ropa y
accesorios de marca.
Con la explosión
del fenómeno de los mirreyes, nacieron parodias populares como la de “Fer y
Santi”: un par de videos en YouTube con más de 5 millones de visitas donde
jóvenes pertenecientes a esta nueva raza cósmica pero bien vestida narran sus
aventuras por los lugares preferidos de esta subespecie de los mexicanos:
Acapulco (“esta es mi humilde morada, con 30 cuartos y playa privada”) y el
antro (donde quieren “llegar con sus guarros en dos carros”).
Las millones de
visitas a sus videos se complementan con la aparición de mirreyes en otros
ámbitos de la cultura nacional, como la televisión (Jaime Camil), el futbol
(Memo Ochoa) e inclusive la política (Emilio González, el “Niño Verde”, Enrique
Peña Nieto o Jorge Kawaghi).
Pero los
mirreyes no van solos, tienen en las “lobukis” a sus compañeras del género
opuesto, perfecto complemento para asegurar la reproducción y supervivencia de
la especie para la conquista de México. Las lobukis pueden ser reconocidas por
su particular estilo de posar para las fotografías (la ya famosa “duck face”,
que consiste en aparentar lanzar un beso poco ortodoxo al flash).

Son muchos los
que hoy en día se inclinan por esta tendencia; sin embargo, a últimas fechas un
personaje también icónico de la sociedad mexicana ha venido a plantarle cara y
a desafiar su preponderancia. Los “nacos” intentan recuperar el país.
El
Nacacicazgo

Los nacos
mexicanos son estridentes, cómicos y se identifican sobre todo por gustos
compartidos y una estética específica, que en otras partes del mundo se
llamarían kitsch: la comida de la calle, la vestimenta al estilo Ed Hardy, los
productos de imitación de marca, los tintes inesperados de cabello y una
particular manera de arrastrar las palabras en la boca, prolongando las
vocales.
Pero es en
épocas recientes que la figura del naco ha transitado hacia la identificación y
la exaltación misma de esta otra especie mexicana. En busca de legitimidad
social, el naco ha ido cooptando aspectos de la vida nacional, con afán de
colocarse como franca oposición al mirreynato.

Ahí encontramos
abanderados del movimiento como Chip Torres, un vendedor de aparatos
electrónicos en una plaza comercial, quien “no se anda con jaladas, y si le
gusta una chava le invita sincronizadas”. Torres nació como un fenómeno en las
redes sociales, especialmente a partir de dos sencillos musicales en YouTube
donde promocionaba con rimas ingeniosas su negocio de tecnología.
En la misma
trinchera está Colibritany, otra estrella de YouTube (más de 10 millones de
visitas), quien está en busca “sexys chambelanes” para la fiesta de XV de “la
flor más bella de Cocoyoc”. Ambos son fenómenos virales en línea que conectan
con las nociones más básicas de lo que representa el naco: una estética,
modismos y expresiones particulares.
Los nacos se
alzan así como la oposición natural, antagónica y dialéctica de los mirreyes
para este momento definitorio en la vida de México.
Son dos visiones
opuestas sobre la sociedad, la familia y la cultura. Dos modelos que libran una
batalla en los medios de comunicación, en las redes sociales, en los salones de
clases y los pasillos del centro comercial. Dos bandos netamente opuestos y
contrastantes que buscan tomar al país en sus riendas.
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