sábado, 26 de septiembre de 2009

Fui ladrón, hoy sólo quiero estar con mi familia.

Su encarcelamiento le cambió el concepto de lo que un día tuvo; la libertad.

Juan Álvarez Moreno.-

Javier Nájera Velasco es uno de los 55 expresidiarios que logró su libertad el pasado 24 de septiembre, su estancia en el penal del Amate, seis años y dos meses, le cambiaron la vida. Ingresó por el delito de robo y hoy intenta reincorporarse a la sociedad, se dice convencido de haber cumplido y enmendado su error.
En su rostro dos lágrimas se contienen alrededor de sus ojos, se aferran a no caer por sus mejillas; no son de dolor sino de alegría, la alegría de estar de nueva cuenta libre y con los deseos “inmensos” –dice- de disfrutar de su familia.
“La familia está contenta y alegre al igual que yo, estar dentro de la cárcel se pierde mucho porque el abandono de la familia es algo que a nosotros (los reos) nos duele, difícil de superarlo estando allá adentro. Es cuando valoramos la libertad”.
-Javier, ¿Qué sigue, cuáles son tus propósitos, te fijaste algunas metas estando allá dentro para cuando éste día llegara?
-Primeramente, idear algo con la familia en donde continuemos con los propósitos (sin especificar cuales) que nos fijamos estando allá adentro, queremos disfrutar con la familia y eso será lo principal.
-¿Por qué delito estuviste preso?
-Estuvimos –dice, al mismo tiempo en que hace una pausa meditando si vale la pena confesarlo- por el delito de robo, se escuchan las palabras en un susurro y con la mirada agachada.
-¿Qué tipo de robo, casa habitación, de vehículos o a transeúntes?

Levanta la mirada, observa a sus familiares y sin mirarnos responde.

-Por lo que sea pero tuvimos por un delito de robo.
-¿Te arrepientes de haberlo cometido? Le digo y con una mirada penetrante dice.
-Mire, eso ya lo determinó la acción penal, sea como sea yo cumplí ciertos años allá adentro y ahora le doy gracias a Dios por esta nueva libertad.
Javier Nájera Velasco reconoció (fuera de la entrevista) que será difícil dejar de ser señalado. Sabe que su error cargará no sólo en su conciencia sino en los comentarios y conversaciones de sus familiares, amigos y conocidos que como muchos otros difícilmente aceptan la reinserción social de un expresidiario que intenta ganarse la confianza de toda una sociedad cuya idiosincrasia marca el ritmo de la vida.

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